Había una vez un pequeño pueblo rodeado de oscuros bosques,
donde la leyenda de un espejo maldito se transmitía de generación en
generación. Cuentan que aquel que se atreviera a mirar fijamente su propio
reflejo roto durante la noche desencadenaría terribles eventos.
Un joven llamado Alex, conocido por su escepticismo ante las
supersticiones, decidió desafiar la antigua leyenda. En una tarde lluviosa,
entró en una tienda de antigüedades y descubrió un espejo peculiar con varias
grietas.
Con una sonrisa burlona, Alex compró el espejo y lo llevó a
casa. Esa noche, decidido a burlarse de la leyenda, se paró frente al espejo
roto y lo miró desafiante. De repente, una risa sutil resonó en la habitación,
seguida por susurros que parecían susurros de ultratumba.
Pero lo más extraño fue que, a medida que miraba, su reflejo
comenzó a cambiar. La expresión de su rostro se volvió melancólica, como si
estuviera reviviendo tragedias pasadas. La habitación se llenó de un aire denso
y frío, y las sombras cobraron vida propia.
Entonces, la escena se volvió aún más surrealista. El
reflejo comenzó a contar una historia de amor perdido, teñida de tragedia y
dolor. Alex, inicialmente confundido, se vio absorbido por la narrativa emotiva
que emanaba del espejo. Podía sentir la desesperación y la pérdida como si
fueran suyas.
En ese momento, la línea entre la realidad y la ficción se
desdibujó. Alex, ahora inmerso en una historia de drama y terror, se encontró
atrapado entre dos mundos. El espejo había liberado un espectáculo macabro y
conmovedor, y Alex no podía escapar.
Mientras el joven luchaba por comprender su situación, una
risa macabra se apoderó del ambiente. De repente, el espejo se estremeció y las
luces parpadearon. Cuando la risa cesó, la habitación estaba en silencio, y el
espejo mostraba solo la imagen reflejada de Alex, con una expresión de terror
genuino.
Desde entonces, en el pequeño pueblo, la historia de
"La Noche del Espejo Roto" se contaba como una advertencia. Aquellos
que buscan burlarse de lo sobrenatural pueden encontrarse no solo con el
horror, sino también con el drama de sus propias acciones. La risa de aquella
noche resonaba en la memoria de los habitantes, una combinación extraña de
drama, terror y, quizás, una lección sobre la imprudencia humana.