Nadie es Indispensable

 Nadie es Indispensable


El número 12 en la Sagrada Escritura tiene un profundo significado: representa a la Iglesia, a la comunidad de los creyentes, y hace referencia directa a las 12 tribus de Israel, descendientes de Jacob. Por eso, cuando Judas muere, es necesario completar nuevamente ese número simbólico. No es una simple decisión humana, sino una inspiración del Señor. Es Él quien desea que ese lugar lo ocupe otro, como acabamos de escuchar en la Palabra.

La misión de todo creyente no es reemplazar a alguien, sino superarse a mismo cada día… y, si se quiere, ser mejor que Judas. Esa debería ser nuestra aspiración dentro de la Iglesia.
No me puedo conformar con solo asistir a la Eucaristía.

No me puedo conformar con saberme muchas oraciones.

No me puedo conformar con solo estar en Comunidad.

No me puedo conformar con solo conocer Catequesis y Kerigma.

No me puedo conformar con tan poco conocimientos.

Ni siquiera puedo conformarme con hacer, de vez en cuando, una obra de caridad.

Lo que debe darme paz y alegría en la conciencia es saber que me esfuerzo por ser fiel, que lucho cada día por no traicionar el Evangelio, que busco darle a Dios un lugar central en mi vida y en mi corazón.
Y así aparece, en la lectura de los Hechos de los Apóstoles, la figura de Matías, elegido para ocupar el lugar de Judas.

Se mencionan dos hombres: José, llamado Barsabás, y Matías. Este último es un hombre sencillo, humilde, del que ni siquiera se menciona un apellido. Y quizás ahí hay un detalle revelador: el que toma el lugar de Judas no necesita títulos ni reconocimientos; necesita tener una vida simple, abandonada en manos del Señor.


Si usted busca en los Evangelios —Mateo, Marcos, Lucas o Juan— no encontrará a Matías.

Y eso es como una insinuación. El que entra en ese lugar, no lo hace para brillar por mismo, sino para continuar escribiendo el Evangelio con su vida.

Queridos amigos, la enseñanza de esta celebración es profunda: nadie es indispensable.

Hay personas que creen que sin ellas el mundo se detiene. Hay quienes piensan que si no están, nada funciona.

Hay mamás que sufren pensando: “El día que yo no esté, todo se va a desmoronar”.

Pero el Señor nos enseña que, aunque alguien salga del escenario, otro entra. Se muere el Papa y eligen a otro. Y todo continúa.

Y esto me recuerda a una persona que admiro profundamente, a quien tuve la bendición de conocer: el cardenal vietnamita Francisco Javier Nguyen Van Thuan.

Un día, mientras celebraba misa en su catedral, fue arrestado por el régimen comunista y llevado prisionero.

Él lo narra en un libro precioso titulado Testigos de la esperanza, que recoge los retiros que predicó al Vaticano.

Cuenta que, cuando lo subieron a un carro Willys y se lo llevaban, miraba por el vidrio trasero y veía cómo quedaban atrás todas las obras que había construido como obispo.

Al pasar por la catedral, pensó: “Aquí dejo mi catedral.”
Luego vio el seminario: “Aquí dejo mi seminario.”
El convento: “Aquí dejo mi convento.”
Y más adelante, un orfanato: “Aquí dejo mis niños.”
Y así, una a una, fue soltando todas sus obras...
Hasta llegar a una celda diminuta, donde apenas podía moverse.

Desde ese encierro, escuchaba las campanas de su catedral.
Y confiesa: “Era como un puñal que me atravesaba el alma.”
El dolor, la angustia, lo invadían:
Se me va a caer la catedral… el seminario… el convento… el orfanato…”
Y esa preocupación lo estaba matando por dentro.

Pero una noche, porque Dios no se queda callado, escuchó una voz que le decía:
Francisco, Francisco… ¿por qué te preocupas por tantas cosas?”
¡Qué voz tan necesaria para muchos de nosotros hoy!
¿Por qué te preocupas por tantas cosas?

No te preocupes por las cosas. Preocúpate por Dios.
Porque, aunque alguien ocupe tu lugar y lo haga mejor o peor que tú, eso ya está en las manos del Señor.
no eres indispensable.
No pierdas el sueño por las cosas.
Elige: o Dios… o las cosas.

Y a veces nos quedamos atrapados en el alambrado, pendientes de las cosas, descuidando lo esencial: al Dueño de las cosas.
La elección de Matías nos recuerda que uno sale y otro entra, pero todo sigue bajo las coordenadas del Señor.
No sufras por eso.
Si se muere el Papa, se elige a otro…
Entonces, ¿cómo no van a poder reemplazarte a ti o a mí?

Así es la vida.
Y nuestra única tarea es esta:
Esforzarnos cada día por ser mejores que Judas.

Díganlo conmigo: ¡Amén!